No encontré a Robin Hood

Por alguna razón que desconozco, comulgo con todo aquello que resulte cualquier cosa menos fácil. Y curiosamente, a la par que yo me encargo de rechazar el equilibrio, la vida se encarga de brindármelo.
La realidad es que no dejo de decir que lo busco, pero me aburre tan soberanamente, que lo desecho en cuanto sospecho que me estoy acercando.
Al final va a ser cierto eso que tan de moda han puesto algunos de la ley de la atracción,  sólo que, como dice una buena amiga, un@ tiene que ocupar el tiempo necesario en elaborar lo que desea, pues incluso siendo todo lo minuciosa posible, puede que al genio de la lámpara ese día le de por tergiversarlo todo.
Y es que, después de perder gran parte de mi preciado tiempo soñando secretamente con convertirme en alguien que en realidad no quería ser, empeñándome una y otra vez en buscar aquello que al resto parecía hacerle feliz, descubrí que, sólo lo «parecía».
Mientras trataba de alcanzar ese grado de perfección ansiado a la par que acumulaba fracasos,  se iban cayendo mitos….uno a uno.
Las palabras sacrificio y éxito han dejado de estar relacionadas. Mis éxitos no requieren sacrificio, ni estoy dispuesta a sacrificarme los días que me queden por aquí.
Me gusta la gente que dice lo que piensa, sin importarme que sus pensamientos cambien de un día para otro.
Me gusta la gente que ríe y que no se deja atrapar por esa red que entre todos hemos tejido y que da más miedo que alegrías.
Me gusto yo. Despreocupada.
Y si me dan a elegir, me gusta un gracias más que un lo siento.
Soy adicta al cambio, en todas sus variantes, sinónimo de búsqueda,  de aceptación,  de pérdida,  de ilusión, progreso, avance, retroceso, aventura, luz, oscuridad, CAMINO.
Me gustan l@s mal@s, imagino que por una cuestión simbiótica. Soy mala en tantas cosas, no entiendo de política,  ni de fútbol, ni de moda, no tengo ningún don para la música o el baile, soy exagerada,  indisciplinada,  loca….., sin embargo, sigo prefiriendo ser mala a ser mediocre y doy abrazos como pocos.
Sigo esperando a Robin Hood, mientras me empeño en coquetear con el mejor vendedor del mundo y Jack el destripador….., (siempre en versiones quiero y no puedo).
He tratado de fusionarme con ellos, fiel a esa costumbre mía de probarlo todo y a ese inculcado patrón de querer es poder aunque termines encorsetada por uno y desgarrada por el otro. (Sí, que le vamos a hacer, la exigencia era un hábito que ya conocían los míos ).
De nada ha servido, porque una vez me calzaba el corsé y saboreaba el gusto rancio de la herida, entendía que había formulado mal el deseo.
Porque yo lo que quiero es un malo, con un corazón sano.
Un rebelde con causa.
Me gusta esa gente que ama lo imperfecto.
Porque me aman a mi, y permiten que me  desabroche ese jodido botón que no me deja  respirar tranquila.
¿Cómo se siente uno cuando se separa de » el/ ella o aquellos», te lanzas sobre la cremallera y……sueltas?
Es en ese momento cuando empiezas a disfrutar de la cena. Hasta ese instante,  no podías pensar en nada más.
En mi mundo, no es sano retener, sobretodo el aire.
Será por eso que de vez en cuando me enfrasco en causas perdidas y trato de desanudar alguna corbata, aún a riesgo de ahogarme.
Será esa mierda de «nada es suficiente»… (ojo con eso, es letal), tan grabado a fuego desde que recuerdo.
Sea como fuere, cada vez me da más pereza ir desvistiendo al personal y me apetece más que un ladrón me alimente con todos los víveres  que se ha ido apropiando…..
Cada día me gusta más respirar.
En fín, será que me estoy acercando a los cuarenta.

Vanesa Isern

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